Día octavo
MARÍA MADRE DE GRACIA Y DE MISERICORDIA
oración Inicial
ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN
Virgen del Carmen, Llevamos sobre nuestro pecho tu santo escapulario, signo de nuestra consagración a Ti.
Nuestra consagración, Señora, nos exige una entrega sin reservas a tu Persona, una dedicación generosa a tu servicio, una fidelidad inquebrantable a tu amor y una solícita imitación de tus virtudes.
Santa María, no podríamos vivir nuestra consagración con olvido de quienes son tus hijos y nuestros hermanos. Por eso, nos atrevemos a consagrarte la Iglesia y el mundo; nuestras familias y nuestra Patria. Te consagramos especialmente los que sufren en el alma o en el cuerpo: los pecadores, los tentados, los perseguidos, los secuestrados, los marginados, los reclusos, los desterrados, los enfermos... Madre y Reina del Carmelo, por nuestra consagración somos tuyos ahora y en el tiempo. Que lo sigamos siendo por toda la eternidad. Amén.
LECTURA BÍBLICA
Del Evangelio según san Lucas (1, 46-55)
En aquel
tiempo, María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace
proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
María es Madre de gracia (L.G. 61) "La Santísima Virgen, predestinada desde la eternidad como Madre de Dios junto con la Encarnación del Verbo de Dios por decisión de la Divina Providencia, fue en la tierra la excelsa Madre del divino redentor, la compañera más generosa de todas y la humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, sufriendo con su Hijo que moría en la cruz, colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe, esperanza y ardiente amor para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la Gracia".
El Padre ha querido poner a María cerca de Cristo y en comunión con él, que puede «salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor» (Hb 7,25). A la intercesión sacerdotal del Redentor ha querido unir la intercesión maternal de la Virgen. Es una función que ella ejerce en beneficio de quienes están en peligro y tienen necesidad de favores temporales y, sobre todo, de la salvación eterna: «Con su amor de madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz.
En la Bula de convocatoria año de la Misericordia el Papa Francisco, nos presenta a María como Madre de la Misericordia. “La dulzura de su mirada nos acompañe para que todos podamos descubrir la alegría de la ternura de Dios. Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del crucificado resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio de su amor".
Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada desde siempre para ser arca de la alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús. "Su canto de alabanza, en el umbral de la casa de Isabel estuvo dedicado a la misericordia que se extiende de "generación en generación", donde también nosotros estábamos presentes en las palabras proféticas de la Virgen María.
"Al pie de la cruz, María junto con Juan el discípulo del amor, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a quién lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites, pues su misericordia es eterna y llega a sus fieles de generación en generación (Lucas 1,50).
GOZOS
Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.
Desde que en la nubecilla,
que sin mancha os figuró,
de Virgen Madre adoró
Elías la maravilla,
a vuestro culto capilla
erigió en primer modelo.
Tan primeros para vos
los hijos de Elías fueron
que por timbre merecieron
ser “de la Madre de Dios”.
Título es este que Dios
les dio a su heredado anhelo.
Por ello vos honras tantas,
Señora, al Carmelo hicisteis
que, viviendo, le asististeis
mil veces con vuestras plantas;
con vuestras palabras santas
doblaste su antiguo celo.
Del Carmelo descendieron
de Elías los seguidores
y en la Iglesia coadjutores
de los apóstoles fueron;
del evangelio esparcieron
la verdad por todo el suelo.
A San Simón, general,
el escapulario disteis;
insignia que nos pusisteis
de hijos como señal,
contra el incendio infernal
es defensivo consuelo.
Quien bien viviere y muriere
con tal señal, es notorio
que, por vos, del Purgatorio
saldrá presto, si allá fuere.
Por tu patrocinio espere
tomar a la Gloria el vuelo.
Vuestro escapulario santo
escudo es tan verdadero,
que no hay plomo ni hay acero
del que reciba quebranto;
Puede, aunque es de lana, tanto
que vence al fuego y al hielo.
Flores de vuestro Carmelo
son la variedad de santos,
profetas, mártires tantos,
vírgenes y confesores,
pontífices y doctores,
que hacen vuestro Monte Cielo.
Dando culto a vuestro honor
durará siempre el Carmelo,
porque así lo alcanzó el celo
de Elías, su fundador:
cuando Cristo, en el Tabor,
mostró su gloria sin velo.
MAGNIFICA
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
OREMOS.
Oh Virgen del Carmen, Madre de Dios y de los pecadores, especial protectora de los que visten tu sagrado escapulario, te suplico por lo que Dios te ha engrandecido, escogiéndote para verdadera Madre suya, que me alcances de tu querido hijo Jesús, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida y la salvación de mi alma. Amén.
CATEDRAL NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
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