Día segundo

 

 

MARÍA, MADRE DE JESÚS

Oración Inicial 

 

ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN

 

Virgen del Carmen, Llevamos sobre nuestro pecho tu santo escapulario, signo de nuestra consagración a Ti.

 

Nuestra consagración, Señora, nos exige una entrega sin reservas a tu Persona, una dedicación generosa a tu servicio, una fidelidad inquebrantable a tu amor y una solícita imitación de tus virtudes.

 

Santa María, no podríamos vivir nuestra consagración con olvido de quienes son tus hijos y nuestros hermanos. Por eso, nos atrevemos a consagrarte la Iglesia y el mundo; nuestras familias y nuestra Patria. Te consagramos especialmente los que sufren en el alma o en el cuerpo: los pecadores, los tentados, los perseguidos, los secuestrados, los marginados, los reclusos, los desterrados, los enfermos... Madre y Reina del Carmelo, por nuestra consagración somos tuyos ahora y en el tiempo. Que lo sigamos siendo por toda la eternidad. Amén. (3 Ave María y un Gloría)

 

LECTURA BÍBLICA

Del Evangelio según san Mateo (1, 18-23)

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:

«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"».

 

Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

Para los que creemos en Jesús y lo seguimos, Madre de Jesús,  es un título de honor y veneración, y lo seguirá siendo siempre en la vida y en la fe de la Iglesia. De modo particular, con este título los cristianos afirmamos que nadie puede  referirse al origen de Jesús, sin reconocer el papel de la gran mujer que lo engendró según la naturaleza humana en el Espíritu Santo.

La función materna de la Santísima Virgen María implica también el  nacimiento y el desarrollo de la Iglesia. Todos nosotros al recordar y meditar sobre el lugar que ocupa la Santísima Virgen María en la vida de Jesús, vamos descubriendo cada día su presencia eficaz también en nuestro propio itinerario espiritual.

 

Los primeros cristianos al captar inmediatamente la importancia significativa de esta verdad que muestra el origen divino de Jesús, incluyeron a María entre las afirmaciones fundamentales de la fe. Esta verdad consiste en que Jesús, Hijo de José según la ley, por una intervención extraordinaria del Espíritu Santo, en su humanidad es únicamente hijo de María, habiendo nacido sin intervención de hombre alguno, y por es María es sencillamente Virgen, antes, durante y después del parto.

 

La maternidad virginal, reconocida y proclamada por la fe de los Padres de la Iglesia, nunca jamás podrá separarse de la identidad de Jesús. La afirmación: Jesús nació de María, la Virgen, implica ya que en este acontecimiento se halla presente un misterio trascendente que solo puede hallar su expresión más completa en la verdad de la filiación divina de Jesús.

 

En efecto, ella es Madre del Verbo encarnado, que es el Hijo único del padre, nacido antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre.

 

El concilio de Éfeso, en el año 431, define el dogma de la maternidad divina, atribuyendo oficialmente a María el título de Theotókos, que quiere decir MADRE DE DIOS, con referencia a la única Persona de Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. Es decir que María es Madre de la segunda Persona de la Santísima Trinidad, Madre del Hijo.

 

 

Las tres expresiones con las que la Iglesia ha ilustrado a lo largo de los siglos su fe en la maternidad de María: Madre de Dios, Madre de Jesús, Madre virginal, manifiestan, por tanto, que la maternidad de María pertenece íntimamente al misterio de la Encarnación. Son afirmaciones doctrinales relacionadas con la piedad popular, que contribuyen a definir la identidad misma de Cristo. 

 

GOZOS

 

Pues sois de nuestro consuelo

el medio más poderoso,

sed nuestro amparo amoroso

Madre del Dios del Carmelo.

 

Desde que en la nubecilla,

que sin mancha os figuró,

de Virgen Madre adoró

Elías la maravilla,

a vuestro culto capilla

erigió en primer modelo.

 

Tan primeros para vos

los hijos de Elías fueron

que por timbre merecieron

ser “de la Madre de Dios”.

Título es este que Dios

les dio a su heredado anhelo.

 

Por ello vos honras tantas,

Señora, al Carmelo hicisteis

que, viviendo, le asististeis

mil veces con vuestras plantas;

con vuestras palabras santas

doblaste su antiguo celo.

 

Del Carmelo descendieron

de Elías los seguidores

y en la Iglesia coadjutores

de los apóstoles fueron;

del evangelio esparcieron

la verdad por todo el suelo.

 

A San Simón, general,

el escapulario disteis;

insignia que nos pusisteis

de hijos como señal,

contra el incendio infernal

es defensivo consuelo.

 

Quien bien viviere y muriere

con tal señal, es notorio

que, por vos, del Purgatorio

saldrá presto, si allá fuere.

Por tu patrocinio espere

tomar a la Gloria el vuelo.

 

Vuestro escapulario santo

escudo es tan verdadero,

que no hay plomo ni hay acero

del que reciba quebranto;

Puede, aunque es de lana, tanto

que vence al fuego y al hielo.

 

Flores de vuestro Carmelo

son la variedad de santos,

profetas, mártires tantos,

vírgenes y confesores,

pontífices y doctores,

que hacen vuestro Monte Cielo.

 

Dando culto a vuestro honor

durará siempre el Carmelo,

porque así lo alcanzó el celo

de Elías, su fundador:

cuando Cristo, en el Tabor,

mostró su gloria sin velo.

 

 

MAGNIFICA

  

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

(Lc 1, 46-55)

 

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

 

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

OREMOS.

 

Oh Virgen del Carmen, Madre de Dios y de los pecadores, especial protectora de los que visten tu sagrado escapulario, te suplico por lo que Dios te ha engrandecido, escogiéndote para verdadera Madre suya, que me alcances de tu querido hijo Jesús, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida y la salvación de mi alma. Amén.