Día noveno

 

LA SANTIDAD DE MARÍA


oración Inicial

ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN

 

Virgen del Carmen, Llevamos sobre nuestro pecho tu santo escapulario, signo de nuestra consagración a Ti.

 

Nuestra consagración, Señora, nos exige una entrega sin reservas a tu Persona, una dedicación generosa a tu servicio, una fidelidad inquebrantable a tu amor y una solícita imitación de tus virtudes.

 

 

Santa María, no podríamos vivir nuestra consagración con olvido de quienes son tus hijos y nuestros hermanos. Por eso, nos atrevemos a consagrarte la Iglesia y el mundo; nuestras familias y nuestra Patria. Te consagramos especialmente los que sufren en el alma o en el cuerpo: los pecadores, los tentados, los perseguidos, los secuestrados, los marginados, los reclusos, los desterrados, los enfermos... Madre y Reina del Carmelo, por nuestra consagración somos tuyos ahora y en el tiempo. Que lo sigamos siendo por toda la eternidad. Amén. 

 

LECTURA BÍBLICA

 

De la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (4, 4-7)

Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.

Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: « ¡Abba! Padre». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

 

Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

La expresión SANTA MARÍA resume la totalidad de la experiencia de aquella a quien todas las generaciones llaman bienaventurada; de aquella en quien el Omnipotente ha llevado a cabo grandes cosas (Lc 1,48).

 

La santidad de María tiene una trayectoria terrestre (las vicisitudes históricas, el camino en la vía del Espíritu) y tiene un cumplimiento escatológico (la actualidad eterna del reino de Dios, donde santa María es gloriosa porque participa de la gloria de Dios).

 

Decir Santa María equivale a volver a recorrer en el estudio, en el conocimiento, en el canto, en la oración, en la contemplación el itinerario que condujo a una creatura humana como es la Madre de Cristo a ser santa; y equivale a volver a escuchar el eco de las voces de la historia que la reconocen santa, uniéndose a ellas.

 

Santa María es un dato (la santidad objetiva de María) y es un reconocimiento (la santidad subjetiva, es decir, la manera con la que cada uno o miríadas de individuos han sentido y sienten la santidad de ella).

 

Proclamar "Santa María" es asimismo un acto de culto a Dios, dador de todo don, y a María, que ha hecho fructificar los dones recibidos.

 

"Sed santos, porque yo soy santo", dice el Señor Dios de Israel (1 Pedro 1,16). La santidad hoy en la iglesia es una vía abierta a todos; más aún, es un mandamiento dado a cada uno por Cristo, y ejecutado por el Espíritu Santo.

 

La Santísima Virgen María es un emblema único de la santidad en la Iglesia. Es sobre todo la presencia de Cristo la que enriquece la dignidad de María, su Madre. Él, como se revela a María es llamado "Hijo del Altísimo", "Hijo de Dios", "Santo" (Mt 1,20). Sobre Él está la gracia de Dios (Lc 1, 40b. 52). Jesús es reconocido como el "santo", tanto antes como después de Pentecostés (Jn 6,69; He 3,14; Heb 7,26, etc.). La virginal maternidad de María es obra del Espíritu Santo (Mt 1,20, Lc 1,35). Este don tiene consecuencias para la santidad de María. María es colmada de gracia con plenitud (Lc 1,28). Tal gracia es un don totalizante ofrecido gratuitamente por Dios.

 

María, la Bendita, está unida al Mesías y a su Reino por medio del Espíritu Santo. Más frecuente es el vocablo bienaventurada, de ordinario sinónimo de discípulo, es decir del que escucha y pone en práctica la palabra. María es bienaventurada, es decir, está entre los discípulos en virtud de su fe, a veces fatigosa, pero siempre constante, como una connotación de su propia personalidad.

 

 

María ha hecho vida el Evangelio de un modo pleno y perfecto. Y porque ha seguido totalmente a su Hijo, es el modelo más perfecto para todos los cristianos. No podremos alcanzar la meta de la santidad más que mirando a María: ella nos muestra los caminos para que podamos poner en práctica la Palabra. Ello implica que si la devoción a la Madre del Señor no despierta en nosotros el deseo de santidad, no es auténtica.

 

GOZOS

 

Pues sois de nuestro consuelo

el medio más poderoso,

sed nuestro amparo amoroso

Madre del Dios del Carmelo.

 

Desde que en la nubecilla,

que sin mancha os figuró,

de Virgen Madre adoró

Elías la maravilla,

a vuestro culto capilla

erigió en primer modelo.

 

Tan primeros para vos

los hijos de Elías fueron

que por timbre merecieron

ser “de la Madre de Dios”.

Título es este que Dios

les dio a su heredado anhelo.

 

Por ello vos honras tantas,

Señora, al Carmelo hicisteis

que, viviendo, le asististeis

mil veces con vuestras plantas;

con vuestras palabras santas

doblaste su antiguo celo.

 

Del Carmelo descendieron

de Elías los seguidores

y en la Iglesia coadjutores

de los apóstoles fueron;

del evangelio esparcieron

la verdad por todo el suelo.

 

A San Simón, general,

el escapulario disteis;

insignia que nos pusisteis

de hijos como señal,

contra el incendio infernal

es defensivo consuelo.

 

Quien bien viviere y muriere

con tal señal, es notorio

que, por vos, del Purgatorio

saldrá presto, si allá fuere.

Por tu patrocinio espere

tomar a la Gloria el vuelo.

 

Vuestro escapulario santo

escudo es tan verdadero,

que no hay plomo ni hay acero

del que reciba quebranto;

Puede, aunque es de lana, tanto

que vence al fuego y al hielo.

 

Flores de vuestro Carmelo

son la variedad de santos,

profetas, mártires tantos,

vírgenes y confesores,

pontífices y doctores,

que hacen vuestro Monte Cielo.

 

Dando culto a vuestro honor

durará siempre el Carmelo,

porque así lo alcanzó el celo

de Elías, su fundador:

cuando Cristo, en el Tabor,

mostró su gloria sin velo.

 

MAGNIFICA

 

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

 

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

OREMOS.

 

Oh Virgen del Carmen, Madre de Dios y de los pecadores, especial protectora de los que visten tu sagrado escapulario, te suplico por lo que Dios te ha engrandecido, escogiéndote para verdadera Madre suya, que me alcances de tu querido hijo Jesús, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida y la salvación de mi alma. Amén.