Primer día
MARÍA, HIJA PREDILECTA DEL PADRE
1. oración Inicial
ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN
Virgen del Carmen, Llevamos sobre nuestro pecho tu santo escapulario, signo de nuestra consagración a Ti.
Nuestra consagración, Señora, nos exige una entrega sin reservas a tu Persona, una dedicación generosa a tu servicio, una fidelidad inquebrantable a tu amor y una solícita imitación de tus virtudes.
Santa María, no podríamos vivir nuestra consagración con olvido de quienes son tus hijos y nuestros hermanos. Por eso, nos atrevemos a consagrarte la Iglesia y el mundo; nuestras familias y nuestra Patria. Te consagramos especialmente los que sufren en el alma o en el cuerpo: los pecadores, los tentados, los perseguidos, los secuestrados, los marginados, los reclusos, los desterrados, los enfermos... Madre y Reina del Carmelo, por nuestra consagración somos tuyos ahora y en el tiempo. Que lo sigamos siendo por toda la eternidad. Amén.
(3 ave María y un Gloria)
LECTURA BÍBLICA
Lectura del libro de Isaías (61, 9-11)
La estirpe de mi pueblo será célebre entre las naciones, y sus vástagos, entre los pueblos.
Los que los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo el Señor.
Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Santa María es la inmaculada concepción. Esta Verdad sobre el ser de María comprendida a la luz del misterio de Cristo quiere decir que Ella, desde el primer instante de su concepción, fue la única criatura humana preservada de la herencia del pecado original, herencia con la que todos nacemos.
Por este mismo Don la Virgen ya “desde el primer instante de su concepción, es decir desde su existencia, es de Cristo”. María es la primera cristiana porque “recibe la vida de Aquel al que Ella misma dio la vida como Madre, en el orden de la generación terrena”. ¡Qué misterio¡ ¡Le pertenece a su Hijo antes de haber nacido¡ De este modo, como primicia de la nueva creación, y porque en Ella habita perfectamente el Espíritu divino, Don del Padre y del Hijo, Santa María llegó a constituirse en la primera hija en el Hijo, la más excelsa de todas, y la predilecta del Padre.
Por ello podemos afirmar también de la Virgen Madre y con cuanta mayor razón que el Padre eterno, habiéndola conocido y amado desde siempre, le reservó una gracia muy especial (Jer 31,3), y la predestinó a reproducir en sí misma la imagen de su Hijo (Rom 8,29).
María es hija predilecta del Padre de modo único, como sólo ella pudo serlo, no solo por el Don recibido, sino además porque coopera paradigmáticamente con la gracia que la adorna y la convoca al cumplimiento de una misión. También Ella como nosotros tuvo que esforzarse al máximo por responder a la gracia recibida, a los dinamismos profundos de su ser y a su singular vocación.
Ella es la hija predilecta del Padre porque es la primera y la más perfecta discípula, aquella que oye la Palabra de Dios, la guarda en su corazón y en su memoria (Luc 2,19-51), con gozo la medita de día y de noche para conformar toda su vida y acción con las enseñanzas divinas.
Es Hija predilecta del Padre porque se hace totalmente sierva, manifestando una ejemplar prontitud para servir al Plan divino: “he aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu Palabra”.
Por su sí generoso y total, por su filial y amorosa obediencia al Padre, por su dócil y activa cooperación a sus amorosos designios, Ella llegó a ser hija muy amada.
María, en fin, es la hija predilecta del Padre de modo único porque a lo largo de toda su vida asimiló perfectamente los pensamientos, sentimientos y actitudes del Señor. La fisionomía psicológica y espiritual de María reflejaría sin duda y desde su impronta femenina la fisionomía del Hijo predilecto del Padre.
GOZOS
Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.
Desde que en la nubecilla,
que sin mancha os figuró,
de Virgen Madre adoró
Elías la maravilla,
a vuestro culto capilla
erigió en primer modelo.
Tan primeros para vos
los hijos de Elías fueron
que por timbre merecieron
ser “de la Madre de Dios”.
Título es este que Dios
les dio a su heredado anhelo.
Por ello vos honras tantas,
Señora, al Carmelo hicisteis
que, viviendo, le asististeis
mil veces con vuestras plantas;
con vuestras palabras santas
doblaste su antiguo celo.
Del Carmelo descendieron
de Elías los seguidores
y en la Iglesia coadjutores
de los apóstoles fueron;
del evangelio esparcieron
la verdad por todo el suelo.
A San Simón, general,
el escapulario disteis;
insignia que nos pusisteis
de hijos como señal,
contra el incendio infernal
es defensivo consuelo.
Quien bien viviere y muriere
con tal señal, es notorio
que, por vos, del Purgatorio
saldrá presto, si allá fuere.
Por tu patrocinio espere
tomar a la Gloria el vuelo.
Vuestro escapulario santo
escudo es tan verdadero,
que no hay plomo ni hay acero
del que reciba quebranto;
Puede, aunque es de lana, tanto
que vence al fuego y al hielo.
Flores de vuestro Carmelo
son la variedad de santos,
profetas, mártires tantos,
vírgenes y confesores,
pontífices y doctores,
que hacen vuestro Monte Cielo.
Dando culto a vuestro honor
durará siempre el Carmelo,
porque así lo alcanzó el celo
de Elías, su fundador:
cuando Cristo, en el Tabor,
mostró su gloria sin velo.
MAGNIFICA
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
(Lc 1, 46-55)
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
OREMOS.
Oh Virgen del Carmen, Madre de Dios y de los pecadores, especial protectora de los que visten tu sagrado escapulario, te suplico por lo que Dios te ha engrandecido, escogiéndote para verdadera Madre suya, que me alcances de tu querido hijo Jesús, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida y la salvación de mi alma. Amén.
CATEDRAL NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
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